PERFIDIA DE CARMÍN

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      Arrellanado en una elegante butaca de piel marfil, inclinó la copa de fino cristal de bohemia hasta que sintió cómo el licor humedecía sus labios… luego, casi compulsivamente giró aquel borde circular recreándose con el roce de su lengua a través de su textura suave, ribeteada por un relieve de oro de ley. Era una copa cara, como cada rincón de aquella mansión donde cada detalle evidenciaba el toque de suntuosidad de su dueña, una mujer cuyo encanto sensual le tenía fascinado. Aquella copa contenía, sin duda, el rastro del licor que ella no había apurado antes de su partida… podía imaginar, sentir su aroma, a través del pequeño ritual de recreación con el pegajoso resto que aún perduraba. Pero aquella copa tenía algo más que la hacía especial, algo que le hizo cerrar los ojos inspirando hondamente… sí, contenía su sabor… el rastro embriagador que sus labios habían dejado plasmado en derredor de su bordura: varias nítidas marcas del carmín fuego que él lamía… casi masticaba… transportado hacia su imponente sensualidad. Apenas dos días sin verla y ya sentía una imperiosa necesidad de entregarse a su predilecta perversión… al menos podía recrearse en la lujuria de sus esencias a través de aquel rastro que lamía enviciado… Sólo una nota manuscrita que reposaba sobre la mesa trastocó ligeramente su abstracción cuando comenzó a leerla sin soltar su copa. ― Amor: Todo su patrimonio será mío… Nuestro. Tuve que salir precipitadamente, con tiempo, apenas, para escribirte esta nota. Él, nunca más será un estorbo para nosotros, me las ingenié para asegurarme que bebiera de mi misma copa, una copa en la que dejé varias marcas de carmín… no un carmín cualquiera… un simple roce de la lengua y el efecto de su veneno es irreversible. Pero, tranquilo, amor, sé que, en el fondo le apreciabas… él apenas ha sufrido, sus efectos llegan, de repente en una hora, y sus consecuencias son el de una irremisible muerte súbita.
Manuel Ramos